Ilustración creada con IA para actualidadaldía. Imagen compuesta inspirada en la publicación viral de Tucker Carlson en X (Twitter).
Tucker Carlson lo ha vuelto a hacer. Desde su púlpito digital en X (sí, eso es Twitter con un lavado de cara), ha desempolvado una de las conspiraciones más antiguas de Internet y le ha dado nuevas alas. En un vídeo fijado que ya está haciendo que las secciones de comentarios se aceleren, Carlson declara que «El gobierno finalmente ha admitido que los chemtrails son reales.» Insiste en que no es una fantasía de sombrero de papel de aluminio, sino «geoingeniería» – y, al más puro estilo Tucker, advierte que es «mucho peor que cualquier cosa que imaginaste.”
En cuestión de horas, el clip había millones de visitasmiles de comentarios y argumentos suficientes para empañar un amanecer andaluz.
El nuevo vídeo de Tucker Carlson eleva el debate sobre los «chemtrails» por las nubes
En su vídeo de 13 minutos, Carlson se sienta con Dane Wigingtonfundador de Geoengineering Watch y activista desde hace mucho tiempo que cree que esas rayas sobre nuestras cabezas no son condensación inocente sino liberaciones químicas deliberadas. Lo llama evidencia de manipulación climática a escala global.
Carlson presenta la idea como una revelación (algo que el gobierno ahora ha “admitido”), aunque no nombra qué gobierno ni muestra ninguna prueba. No es que importara: las redes sociales tomaron vuelo instantáneamente.
¿Quién es Dane Wigington y por qué son importantes sus afirmaciones?
Wigington lleva años advirtiendo que los gobiernos y las corporaciones están gestionando el clima en secreto. Desde su base en Estados Unidos, ha conseguido un gran número de seguidores convencidos de que la geoingeniería no sólo es real, sino también peligrosa.
Su charla con Carlson marca un raro momento en el que estas teorías saltan de los rincones marginales de Internet al debate general. Y para muchos expatriados del Reino Unido que hojean las noticias entre cafés con leche, es otro recordatorio de cómo las guerras culturales en casa se desarrollan ahora a nivel mundial, incluso a 30.000 pies de altura.
Lo que dicen los científicos sobre las estelas de vapor frente a las “chemtrails”
Los científicos, por supuesto, no han cambiado de opinión. Según la Oficina Meteorológica del Reino Unido, esas largas líneas blancas que cruzan el cielo son estelas de vaporabreviatura de estelas de condensación, formadas por cristales de hielo cuando los gases de escape calientes chocan con el aire frío y húmedo.
La NASA dice lo mismo, señalando que el tamaño y la persistencia de las estelas dependen de la altitud y el clima, no de sustancias químicas secretas. Y la Agencia de Seguridad Aérea de la Unión Europea (EASA) repite que “no hay evidencia” de ningún programa de fumigación oculto.
Entonces, sí, ese avión sobre Málaga o Alicante probablemente no esté sembrando los cielos. Ya es tarde para Gatwick.
Por qué el video se volvió viral y qué dice sobre la confianza pública
La publicación de Carlson acumuló millones de visitas en menos de un día. Sus partidarios lo llamaron periodismo intrépido; los críticos lo llamaron conspiración reciclada. Pero el debate reveló algo más grande: la constante erosión de la confianza.
La gente ya no cree en los expertos como antes. En cambio, creen en personalidades, especialmente en aquellas que expresan su frustración con fluidez. Carlson conoce bien a ese público: escéptico, desilusionado, seguro de que si “ellos” lo niegan, probablemente sea cierto. Para los expatriados, es como ver un viejo debate en un pub retransmitido en todo el mundo, sólo que más alto, más elegante y con subtítulos.
La conclusión: el debate sobre el cielo no va a ninguna parte
Ya sea que crea que Carlson está exponiendo verdades ocultas o persiguiendo vapor, una cosa está clara: el debate sobre las estelas químicas todavía atrae audiencia. Las rayas sobre nosotros pueden estar hechas de hielo, pero en línea arden.
Quizás la verdadera historia no esté en las nubes en absoluto. Quizás sea por eso que tanta gente ha dejado de creer en lo que podría haber justo delante de sus narices, o en este caso, encima de sus terrazas.